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¿QUÉ PASÓ CON EL PRECIO DEL ORO?: TRAYECTORIA, FUNDAMENTOS Y LECCIONES

El oro no es solo un gráfico aislado: es un barómetro de la liquidez global, el riesgo geopolítico y la credibilidad monetaria. Tras un aumento anual del 52%, el metal experimentó una corrección táctica del 9% en 72 horas, después de una ganancia del 19% en octubre de 2025, seguida de un repunte del 4%. Sin embargo, los pilares subyacentes se mantienen firmes: compras récord por parte de los bancos centrales (1.080 toneladas en nueve meses, +28% respecto a 2022), rendimientos reales negativos (-0,8% en el bono a 10 años) y desdolarización (el oro ya representa el 18% de las reservas de los mercados emergentes; en 2018 era el 11%). Este informe sitúa la volatilidad a corto plazo dentro de una trayectoria a largo plazo, describe los motores estructurales y extrae lecciones de episodios históricos para establecer niveles, escenarios y estrategias.

Trayectoria y contexto


Antes de analizar el reciente repunte de precios, conviene trazar el camino que ha llevado al oro hasta este punto. Desde la desaparición de Bretton Woods, el metal ha experimentado diversas fases: un auge inflacionario en la década de 1970, dos décadas de desinflación y un dólar fuerte, un mercado alcista secular entre 2001 y 2011, una corrección prolongada hasta 2015, una fase de consolidación entre 2016 y 2019 y, a partir de 2020, una nueva fase que combina los impactos de la pandemia, un estímulo fiscal extraordinario y un creciente volumen de las finanzas públicas. Este contexto ha redefinido la función del oro: ya no solo es un refugio seguro, sino también un activo de política monetaria, un diversificador de reservas y una garantía de alta calidad en un mercado más fragmentado.


En 2025, esta tendencia se aceleró. El oro avanzó un 52 % en lo que va del año, superando a las acciones globales y a los bonos soberanos. La trayectoria no fue lineal: entre el 1 y el 30 de octubre subió un 19 %, luego cayó un 9 % en tan solo 72 horas y repuntó un 4 % en las dos sesiones siguientes. Este ritmo —aumento vertical, toma de ganancias, estabilización— es típico de mercados con una tendencia saludable. Esto no invalida la tesis; La «limpieza» del posicionamiento permite que la siguiente etapa se asiente en terreno más firme.


La explicación a nivel micro del revés fue táctica. El índice del dólar se fortaleció un 2,1 % en cuatro días tras el progreso en un preacuerdo comercial, las acciones absorbieron flujos (Nasdaq +3,4 % en el mismo período) y el COMEX vio el cierre de posiciones especulativas largas tras alcanzar los 680.000 contratos. El interés abierto retrocedió un 11 % y la curva de futuros volvió a un contango moderado, una señal de normalización tras la euforia. Cuando un mercado alcista pasa de la backwardation a un contango suave, a menudo indica que el apalancamiento se ha desinflado y que la financiación del carry se ha reajustado a parámetros razonables.


Más allá del titular, la trayectoria estructural revela múltiples capas. En un horizonte secular, el oro responde a las expectativas de inflación a largo plazo, la disciplina fiscal percibida y la composición de las reservas de los bancos centrales. En un horizonte cíclico, los factores clave son las tasas de interés reales, la pendiente de la curva de rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense y la dirección del dólar. Tácticamente, predominan el posicionamiento en derivados, los flujos en ETFs físicos y las noticias de actualidad. Saber qué factor impulsa cada tramo del gráfico evita reaccionar de forma exagerada al ruido diario.


Leer el precio por capas


Una forma práctica de interpretar la trayectoria actual es desglosar los factores determinantes por horizonte temporal. Desde una perspectiva secular, la desdolarización ha incrementado el peso del oro en las reservas de los mercados emergentes (del 11 % en 2018 al 18 % actual), y China e India representan el 62 % de las compras oficiales recientes. Desde una perspectiva cíclica, los rendimientos reales a 10 años en -0,8 % siguen siendo un factor determinante. Desde una perspectiva táctica, la reducción del apalancamiento tras el repunte de octubre —visible en el interés abierto y el contango— ha dejado un panorama menos saturado para el próximo movimiento direccional.


  • Secular: reasignación de reservas a activos no soberanos y preferencia por garantías de alta calidad.

  • Cíclico: vínculo inverso con los rendimientos reales; Cada -0,1 punto porcentual en los rendimientos reales añade entre 80 y 120 USD/oz según los modelos de elasticidad.

  • Táctica: sensibilidad al DXY, flujos hacia ETFs físicos y la estructura temporal de los futuros (contango/backwardation).

  • Microestructura: diferencial entre el precio al contado y los futuros, primas regionales y costes de financiación de inventarios.


Para la ejecución, el panorama a corto plazo sigue respetando los niveles: la zona de 3850-3880 USD como zona de compra en las caídas; 4100-4150 USD como banda donde se justifica la cobertura activa; 4250-4300 USD como objetivo si se confirma un recorte de 25 pb. La alternativa bajista cobra fuerza con un DXY firme por encima de 108,50, lo que podría forzar una visita a la media móvil exponencial de 50 días y, si cede, a los 3.720 USD. La disciplina —entradas escalonadas, gestión del delta con opciones, control del apalancamiento— suele ser más importante que una apuesta binaria.


Señales a monitorear


  • Índice del dólar: las rupturas y rechazos en torno a 108,50 marcarán el ritmo de la corrección o su fin.

  • Flujos hacia ETFs físicos: las reentradas sostenidas suelen acompañar a las rupturas de resistencia.

  • Estructura de futuros: un contango moderado tras la liquidación sugiere un reposicionamiento saludable.

  • Rendimientos reales: las caídas más pronunciadas tienden a acelerar los impulsos alcistas del oro.


En resumen, en la primera sección: el reciente retroceso se explica por variables tácticas y ayuda a esclarecer la tendencia. La trayectoria subyacente —respaldada por factores seculares y cíclicos— permanece intacta y, en todo caso, mejor alineada para un avance menos frágil.


Fundamentos de largo plazo


El oro se sostiene en tres pilares que hoy actúan en concierto: (1) demanda oficial récord, (2) tipos reales persistentemente negativos o insuficientes, y (3) desdolarización gradual en reservas. Esa tríada se complementa con restricciones de oferta minera, mayor preferencia por custodia asignada y una microestructura de mercado que premia el colateral “limpio”. Sumados, amplifican el sesgo alcista y reducen la probabilidad de caídas profundas y prolongadas.


Demanda oficial y reasignación de reservas


Los bancos centrales compraron 1.080 toneladas en los primeros nueve meses del año, un ritmo 28 % superior al récord de 2022. China e India concentran el 62 % de esas compras, consolidándose como el comprador marginal que absorbe excedentes de oferta física. Esta demanda es menos volátil que los flujos minoristas y menos sensible a titulares: responde a decisiones estratégicas de resiliencia financiera, cobertura frente a sanciones y diversificación fuera de activos denominados en dólares.


  • El oro no es el pasivo de nadie: reduce riesgo de contraparte en reservas.

  • Funciona como colateral universal: liquidez global incluso en episodios de stress.

  • Ayuda a gestionar shocks de balanza de pagos: apoya credibilidad en anclas domésticas.

  • Ancla expectativas en transiciones cambiarias: amortigua volatilidad de la moneda local.


La consecuencia práctica: cuando el precio corrige, las compras oficiales tienden a “aparecer” y suavizar el descenso. Esa característica convierte a los retrocesos profundos en menos frecuentes y más breves que en ciclos anteriores, y en oportunidades más atractivas para inversores con mandato de mediano plazo.


Tipos reales, dólar y liquidez global


Con la inflación núcleo estadounidense aún por encima del 3 % y la Reserva Federal en pausa, el rendimiento real a 10 años ronda ‑0,8 %. En ese entorno, la “penalización” por no cobrar cupón se reduce y el oro recupera atractivo relativo frente a bonos soberanos. Modelos de elasticidad de sell‑side estiman que cada ‑0,1 pp en tasas reales añade entre $80 y $120 por onza. Ese canal de transmisión explica por qué el metal reacciona con fuerza a sorpresas dovish o a datos de actividad que enfrían expectativas de subas de tasas.


El dólar índice es la otra bisagra. Apreciaciones rápidas tienden a forzar ajustes tácticos; debilidad persistente habilita fase tendencial. Pero el dólar no actúa en el vacío: interactúa con la liquidez global, los diferenciales de crecimiento y el apetito por riesgo. Por eso, en un ambiente de déficits fiscales elevados y equilibrio monetario más laxo, la relación oro‑dólar puede volverse menos mecánica y más sensible a flujos oficiales.


  • Sorpresas dovish: suelen coincidir con rupturas de resistencia en oro.

  • Dólar débil y real yields a la baja: combinación más potente para nuevos máximos.

  • Shocks de riesgo: disparan bid defensivo y elevan demanda física regional.


Oferta minera y microestructura


La oferta no responde de inmediato al precio: permisos largos, CAPEX elevado y menor frecuencia de hallazgos de alta ley ralentizan cualquier incremento de producción. Por eso, el reciclaje y el comercio secundario cubren brechas, pero no pivotan ciclos por sí solos. En paralelo, la poscrisis elevó costos de balance para posiciones no asignadas, aumentando la preferencia por custodia directa y metal asignado. Para el inversor, eso implica vigilar costos de almacenamiento, tracking error y liquidez del vehículo elegido.


  • Rigidez de oferta: la elasticidad precio‑producción es baja en el corto plazo.

  • Preferencia por asignado: reduce riesgo operacional y de contraparte.

  • Curva de futuros: contango moderado facilita coberturas y carry ordenado.

  • Bases regionales: diferenciales LBMA‑Asia dan señales tempranas de escasez física.


Implementación de cartera y gestión del riesgo


La asignación estratégica al oro cumple un doble rol: reduce la volatilidad total del portafolio y ofrece convexidad en entornos de inflación incierta. Para family offices, una participación en torno al 12 % equilibra resiliencia y liquidez. En el plano táctico, la gestión por niveles mejora la relación riesgo‑beneficio: añadir en retrocesos hacia 3.850–3.880, cubrir 4.100–4.150 con calls de strike 4.200 y volatilidad implícita baja (~18 %), y esquivar la tentación de ventas cortas direccionales en un régimen de compras oficiales.


  • Vehículos: ETF físicos para beta, futuros micro para precisión, cuentas asignadas para horizonte largo.

  • Coberturas: calls financiadas para administrar upside sin sacrificar exposición core.

  • Disciplina: escalonar entradas y evitar sobreapalancamiento tras tramos verticales.


La síntesis de los fundamentos: el down‑side se amortigua con demanda oficial y real yields negativos; el upside se acelera cuando el dólar pierde impulso o la política monetaria sorprende en sentido expansivo. Esa asimetría favorece estrategias largas bien calibradas y paciencia macro.


El oro es parte importante de una cartera de inversión diversificada, ya que su precio suele subir cuando el valor de las inversiones en papel cae, ofreciendo así una cobertura contra las turbulencias del mercado.

El oro es parte importante de una cartera de inversión diversificada, ya que su precio suele subir cuando el valor de las inversiones en papel cae, ofreciendo así una cobertura contra las turbulencias del mercado.

Lecciones históricas y escenarios


Los ciclos del oro tienen memoria. En mercados alcistas, los tramos de consolidación suelen ser profundos pero breves; reordenan el apalancamiento y preparan el terreno para nuevos máximos. Comparar el presente con otros episodios ayuda a distinguir estructura de ruido.


Paralelos históricos útiles


En 1974–1976, tras duplicarse con la inflación de los 70, el oro cayó cerca de 47 % en 20 meses; luego reanudó su avance hasta el pico de 1980. En 2006, una baja del 21 % en tres meses después de un rally del 80 % fue un reseteo de posiciones: dos años más tarde, el precio se había duplicado. En la crisis de 2008, el metal recortó ~30 %, pero tocó máximos históricos en 2011 durante la expansión cuantitativa. En 2020, tras romper 2.000 USD/oz, retrocedió hasta ~1.760 antes de encadenar el ciclo 2023–2025, potenciado por compras oficiales récord y real yields deprimidos.


  • Patrón común: impulso fuerte → toma de ganancias → limpieza de apalancamiento → nuevos máximos.

  • Diferencia actual: estabilizadores de demanda oficiales reducen profundidad de caídas.

  • Lección: las correcciones en regímenes favorables suelen ser oportunidades, no señales de techo.


Qué sugiere el patrón vigente


El guion reciente calza con el manual histórico: rally rápido, dólar puntual al alza, purga de largos, vuelta a contango moderado y reequilibrio. Con ese marco, el escenario base (70 %) contempla consolidación entre 38,2 % y 50 % del retroceso de Fibonacci del tramo octubre‑noviembre, seguida por un avance hacia 4.250–4.300 USD/oz si se confirma un recorte de 25 pb. La alternativa (30 %) se activa con DXY >108,50 y apunta al soporte de la media exponencial de 50 días; si quiebra, la referencia siguiente es 3.720.


  • Confirmaciones alcistas: real yields profundizando terreno negativo y reingresos a ETF físicos.

  • Termómetro de corto plazo: rechazo del DXY en 108,50 y cierres semanales sobre 4.150.

  • Riesgos: sorpresas hawkish que eleven el costo de oportunidad o shocks de liquidez que obliguen ventas forzadas.


Estrategias calibradas para distintos perfiles


El cómo importa tanto como el cuánto. Para perfiles activos, los retrocesos hacia 3.850–3.880 son ventanas de entrada con stops disciplinados por debajo de soportes dinámicos; para carteras estratégicas, mantener un núcleo sin timing agresivo y gestionar el “excedente” con opciones maximiza la convexidad. En ambos casos, es clave evitar la ilusión de precisión excesiva: en activos guiados por macro, el control del riesgo vale más que el pronóstico perfecto.


  • Núcleo estratégico: posición core sin ventas precipitados, rebalanceos periódicos.

  • Capa táctica: calls 4.200 para cubrir el tramo 4.100–4.150 con IV cercana a 18 %.

  • Gestión del apalancamiento: preferir futuros micro para granularidad y control de margen.

  • Señal de salida parcial: extensión vertical con divergencias en momentum y caída de flujos.


Idea nueva: oro como colateral nativo


Una pieza emergente del rompecabezas es la “financiarización” eficiente del oro. La tokenización de activos, la liquidez 24/7 y la preferencia regulatoria por colaterales de alta calidad pueden ampliar los usos del metal más allá de la reserva pasiva. Si el oro se consolida como colateral interoperable —desde cámaras de compensación hasta redes tokenizadas—, su utilidad financiera crecerá sin comprometer su característica central: no es el pasivo de otro.


  • Colateralización directa: reduce fricciones y costos de balance para agentes sistémicos.

  • Integración con derivados: coberturas más baratas y granularidad de delta.

  • Custodia institucional: impulso a cuentas asignadas y estándares de calidad.

  • Puentes tecnológicos: mayor velocidad de liquidación y menor riesgo operacional.


Qué esperar, entonces: mientras persistan compras oficiales elevadas, tipos reales en negativo y un sistema financiero que premie colateral sin riesgo de contraparte, las correcciones tenderán a ser oportunidades más que amenazas. La historia del oro respalda ese veredicto; la arquitectura de mercados que está naciendo podría reforzarlo.


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